Sentado en una sala a oscuras, con una lámpara deslumbrándole
y sintiendo esos ojos que tanto conocía clavados en su cara. Pidiendo ayuda
desde hacía días y sin recibir ninguna respuesta, solo acusaciones y miradas de
desdén.
Se sentía encerrado y atado, se veía demacrado en el cristal que ocultaba las caras de los conocidos que vivían sus vidas al otro lado.
Necesitaba que le tendiese la mano y que, por fin, volviese a sentirse quien había sido siempre. Le dolía pensar que aquel que lo observaba no entendiese que necesitaba las sonrisas y las palabras que habían compartido semanas atrás, y que habían desaparecido de repente.
Se sentía encerrado y atado, se veía demacrado en el cristal que ocultaba las caras de los conocidos que vivían sus vidas al otro lado.
Necesitaba que le tendiese la mano y que, por fin, volviese a sentirse quien había sido siempre. Le dolía pensar que aquel que lo observaba no entendiese que necesitaba las sonrisas y las palabras que habían compartido semanas atrás, y que habían desaparecido de repente.

-¿Qué soñabas?
-Un sueño que se me repite cada noche, pero que no tiene
demasiada importancia.
-Bueno, pues vuelve a cerrar los ojos y duérmete.
Sabía que no serviría de nada explicarle todo aquello que le
daba miedo, que le perseguía todas las noches y cada vez que tenía más tiempo
de lo normal para pensar.
Le hizo caso y cerró los ojos. Al momento volvía a encontrarse en aquella habitación que se había vuelto tan familiar, pero aquella vez no estaba atado y se veía más luz al otro lado del cristal pero los ojos marrones seguían allí.
Le dio un ataque de valentía, se acercó al cristal y le dio un puñetazo.
Le hizo caso y cerró los ojos. Al momento volvía a encontrarse en aquella habitación que se había vuelto tan familiar, pero aquella vez no estaba atado y se veía más luz al otro lado del cristal pero los ojos marrones seguían allí.
Le dio un ataque de valentía, se acercó al cristal y le dio un puñetazo.
-Ayúdame, por favor.
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